
¿ALCANCES DE DEJAR A PADRE Y MADRE?
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El matrimonio fue la primera institución establecida por Dios. Después de crear la luz, el firmamento, las aguas, la tierra, los grandes astros y los animales, Dios decidió crear al ser humano. Genesis 1:27 dice: “Hombre y mujer los creo”. Es interesante pensar en el orden de la creación porque, conforme Dios fue creando, se iba dando cuenta de lo que hacía falta. Sin embargo, una vez que hubo luz, agua y tierra, surgió la necesidad de que alguien gobernara todo esto, pero los animales no eran capaces, por eso creó al ser humano. Algo faltaba, todo era espléndido, pero existía la necesidad de un toque final. Aquí, es donde nace el hombre y la mujer, los embajadores de la Trinidad y de su perfecta comunión.
Dios podía seguir creando astros y seres vivientes, pero Él siempre ha tenido el gusto de compartirse con otros. Eso significa ser creados a su imagen y semejanza, que compartimos atributos con Dios, lo cual nos permiten conocerlo y ser conocidos.
Los teólogos dividen los atributos en comunicables e incomunicables, ya que podemos conocer de Dios pero no de manera completa, pues Él es un ser infinito, mientras que nosotros somos finitos.Transportémonos al jardín. Dios contempla su obra, crea al hombre y se da cuenta que este no tiene lo que se necesita para gobernar la Tierra. Él necesita una ayuda adecuada y la llama mujer “porque es hueso de mis huesos”. Así, Dios le da un mandato a su nueva institución familiar: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser”. Este mandato, dirección o advertencia nunca ha sido entendido a plenitud y comprenderlo facilita o permite desarrollar el matrimonio con propósito. Lo vamos a descomponer en 3 palabras y desarrollaremos el alcance de cada una.
1. Dejar
Para que un matrimonio sea matrimonio, o una unión completa, sus miembros deben dejar sus casas y sus familias. Esto suena como algo lógico pero nos asustaríamos con los muchos ejemplos que existen de hombres o mujeres que siguen llevando una vida íntima con sus padres. Una vez, escuché la historia de un esposo que le contaba a su madre las situaciones de su trabajo antes de contárselas a su esposa. Eso es un perfecto ejemplo de no dejar a la “antigua familia”.
La Biblia nos advierte, a los que estamos dentro de un matrimonio, de la necesidad de “destetarnos” de nuestra casa y de nuestros padres. Si no lo hacemos, nunca seremos capaces de poner todas nuestras fuerzas en nuestra nueva familia. Dejar no es odiar, no es dejar de comunicarse, mucho menos significa tratar mal, pero sí se trata de tener como prioridad e invertir la mayoría de mis fuerzas en mi esposo o esposa.
En nuestra cultura latina, es muy dado tener la oportunidad de almorzar una vez por semana con nuestros padres o nuestros suegros y eso está muy bien. Algunos de nosotros tenemos la costumbre de almorzar con nuestra madre o nuestro padre en algún momento de la semana pero la invitación de Genesis al decirnos “dejen” es que mi tesoro sea mi matrimonio y no mi familia de origen. De hecho, podríamos recordar las palabras de Jesús al referirse a un discípulo: “Quien no odie a padre o madre no puede ser mi discípulo”. Jesus no está diciendo que hay que llevarse mal con los padres para ser cristiano, lo que sí está diciendo es que para ser cristiano hay que amar y valorar a Jesus sobre lo mas valioso de nuestras vidas y para ello se debe seguir su mandato.
Pregunta:
¿Has dejado a padre y madre?
Meditando en lo que Dios nos dice que debemos hacer al casarnos, creo que podríamos establecer que al referirse a “dejar” va más allá que a una relación dependiente con nuestra familia, sino a cualquier otra dependencia que podamos tener. Puede ser que las cosas en nuestro matrimonio no marchen bien porque nosotros tenemos un grupo de amigos, un deporte, un hobbie o alguna mala práctica que no hemos dejado.
¿Hay algo que tu esposa o tu esposo necesita que dejes? Esto podría tratarse hasta de cosas que tienen una superficie buena pero que, en su esencia, nos traen separación en nuestro matrimonio. Pensemos en servir en la iglesia, en ayudar en una organización o en invertir en alguien necesitado. Todo lo anterior son cosas agradables a Dios pero Dios pide dejar lo que sea que estorbe el buen funcionamiento de nuestra relación matrimonial para enfocar en ella nuestro corazón. Otra vez podríamos hacer aquí una comparación con las palabras de Jesus. El Señor nos enseña que si buscamos el Reino de los Cielos primero, todo lo demás será añadido. Con el matrimonio funciona parecido, es el mismo principio. Si usted como esposo o como esposa busca el bienestar de su matrimonio de primero, después tendrá libertad plena de enfocarse en otras cosas.
2. Unirse
Para llegar a este paso, se necesita realizar el primero antes. Es obvio, pero en la práctica no funciona así. Si yo realmente quiero unirme a mi cónyuge, primero necesito separarme de cualquier otra cosa. Por eso, la luna de miel puede ser placentera, pues la pareja se encuentra en un mismo lugar, compartiendo las mismas cosas y con el mismo objetivo. Si queremos unirnos, debemos de ser intencionales, es necesario compartir criterios, desarrollar estrategias y establecer momentos que vamos a invertir para tener unión. Después de varios años de matrimonio, me he podido dar cuenta de que se puede vivir bajo un mismo techo y carecer de una conexión “real”. El esposo o la esposa llegan del trabajo, comparten lo mínimo acerca de sus vidas, se hacen cargo de los niños y a dormir. Ahí no existió unión, nadie compartió algo íntimo y posiblemente se habló la misma cantidad de tiempo que se hablo con el cajero del supermercado. Es necesario establecer un momento para hablar, un día para salir y un buen rato para conectar. A veces, creemos que se necesitan 2 horas para estar al día con la vida de mi esposo o esposa pero, muchas veces, 15 minutos intensos son suficientes.
Una de las razones por las cuales escribo este articulo es porque Dios ha estado tratando conmigo en este mismo tema. Un día de estos, tristemente me di cuenta que muchas veces comparto mensajes por mi celular con un sin número de personas y no así con mi esposa. Necesito, urgentemente, desarrollar ese tipo de amistad con ella, que hablar por teléfono no sea solo para solucionar detalles de la casa o de nuestra hija, sino para vacilar o ser románticos entre nosotros. El rol del hombre en el matrimonio es un aspecto para desarrollar en otro momento, pero debemos recordar que tenemos el privilegio de ser los sacerdotes de nuestro hogar.
3. Fundirse
Los conceptos “unirse”, “fundirse” o “ser un solo cuerpo” utilizados en Génesis 2:24 y en Génesis 19:5 denotan el acople de dos cuerpos con la suficiente fuerza e intensidad para que nada puede separarlos. El matrimonio es algo sagrado que se realiza delante de Dios y es para siempre, por eso, tanto el hombre como la mujer deben estar seguros de su decisión. Para mí, la palabra “fundirse” es muy descriptiva, ya que tiene 2 significados: A) Dejar de existir y B)Tomar otro estado.
A) Dejar de existir: es vacilón que muchos de mis amigos utilizan “fundido” para describir cuando están sumamente cansados y sin fuerzas. Sin embargo, la esencia de la palabra es estar “rendido”, que dentro de nosotros no exista ningún orgullo o intención de resaltar si no es con nuestra compañera. En el matrimonio, como lo modeló Jesús, necesitamos morir para vivir. Jesucristo se humilló a lo sumo, lavó los pies de sus enemigos, cargó con nuestros pecados y después fue exaltado por el Padre. Ese es el significado del amor: sacrificio profundo, botar nuestra voluntad para que se haga la voluntad de Dios. Si usted está leyendo estas palabras y tiene necesidad en su matrimonio, lo más seguro es que tenga que visitar la Cruz del Calvario para recordar lo que Jesus hizo por usted y entender lo que debe hacer usted por su esposa: ¡dejar de existir!
B) Tomar otro estado: cuando una sustancia se funde, pasa de un estado sólido a uno líquido; este es el mejor ejemplo de lo que requiere un matrimonio saludable que honra a Dios. Toda persona que se una en matrimonio debe cambiar, no puede permanecer igual; cada uno debe conversar con su pareja para conocer qué le gusta y qué le sirve. Mi nombre es Rodrigo Fournier, mis apellidos no cambian al casarme pero me gustaría que así ocurriera para llevar el apellido de mi esposa y estar consciente de que ya no soy uno. ¿Has pensado en el estado en que tu matrimonio requiere de vos? Una sustancia sólida necesita pasar por un fuerte calor y temperaturas muy altas para ser modificada. Algo muy parecido requiere la union del hombre y la mujer. Necesitamos tener la disposición de pasar por lo que sea para ser formados en un esposo o esposa dispuestos.
El matrimonio es invención de nuestro Dios, por lo tanto, es bueno y perfecto. Nuestro pecado lo ha invadido y lo ha hecho más difícil. Sin embargo, con la ayuda del Espíritu Santo y de nuestra obediencia, poco a poco, volverá al estado inicial hasta llegar al día de la perfecta unión de Cristo y su amada.
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