
CONSEJOS PARA PASTOREAR
(Tiempo estimado: 4 - 7 minutos)
Sería incorrecto desarrollar este artículo sin dejar claro en primera instancia que en la iglesia de nuestro Señor Jesús no solo los hombres pastorean. Es cierto que la Biblia habla de que únicamente los hombres deberían asumir el rol de ancianos en la comunidad de fe, pero tanto hombres como mujeres asumen la responsabilidad y el honor de formar a otros tratándolos como sus propias ovejas. Pastorear es una palabra tan amplia que se podría interpretar de decenas de diferentes maneras; es por eso que me voy a dar a la tarea de definirla sobre tres fundamentos que creo que la sostienen. No pretendo que mi definición sea exacta o la única que existe, pero sí la hago basada en lo que Jesús habló al respecto.
Pastorear es ser transparente: Cuando leemos Juan 10, el capítulo por excelencia en el Nuevo Testamento donde se habla de Jesús como pastor, lo primero que nos encontramos es al Maestro haciendo una diferencia entre los “bandidos” que quieren aprovecharse de las ovejas y el pastor que entra por ellas libremente. Para pastorear a alguien se requiere transparencia; lo primero es tener una verdadera carga o llamado para ayudar a las personas. Alguien que quiere pastorear tiene en su corazón un ardor, puesto por Dios y encendido por el Espítitu Santo, por ayudar a los demás, no por sacar algo a cambio.
Juan nos cuenta que los ladrones entran por otros lados y no por el redil. Esto nos demuestra sus propósitos escondidos, peligrosos no solo para la oveja sino para todo el rebano. 1 Pedro 5:2 aterriza la claridad y la transparencia de los motivos del que quiere pastorear magistralmente: “Cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo, no por obligación, ni por ambición de dinero, sino con afán de servir como Dios quiere”. Puede ser que seás una mujer pastoreando otras mujeres; talvez sos parte del ministerio de jóvenes o de niños; o puede ser que seás pastor de toda una iglesia o de una parte de ella. Independientemente de ello, lo que no puede faltar en tu corazón es un anhelo puro y sincero de servir.
Jesús sirvió a los suyos dando el ejemplo con humildad; de hecho, Jesús limpio los pies de Judas y de Pedro, ambos responsables de tradición. ¿Qué nos enseña esto? El motor de nuestro servicio no son las personas a quienes servimos, el motor de nuestro servicio es servirles a esas personas para así servirle a Dios. Por eso, seamos sinceros con quienes pastoreamos, compartamos con ellos la verdad en amor. Debemos darles lo mejor de nosotros, ya que ellos como buenas ovejas lo reconocen. Cuidemos de nuestras ovejas sin engaños, si nuestro servicio es genuino ellas se acostumbrarán a nuestra voz y empezarán a seguirnos.
Antes de terminar con este punto, creo que es necesario hacernos una pregunta: ¿Escuchan nuestras ovejas nuestra voz y nos siguen? Casi siempre el pastor declara que sus ovejas son testarudas y desobedientes, pero una pregunta legítima de considerar sería si nuestras ovejas no escuchan nuestra voz por responsabilidad nuestra. Puede ser que no hemos estado con ellas lo suficiente, talvez no se sienten seguras porque han notado un doble discurso o, simplemente, no nos ven como su pastor.
Pastorear es cuidar: Jesús dice, en Juan 10:9, que él es la puerta de las ovejas. Eso lo que quiere decir es que en un momento, cuando las ovejas están entrando o saliendo del redil, él mismo se coloca en un lugar estratégico, donde se asegura del bienestar de cada una. Considerando todos los elementos que rodean una oveja y su cuidado, debemos darnos cuenta de que el redil no es su lugar más seguro, el lugar donde se siente más a gusto es cerca de su pastor.
Dice el texto bíblico que gracias al pastor las ovejas se pueden mover con entera libertad. Esto nos lleva a concluir que parte del trabajo del pastor es ganar la confianza de sus ovejas. Si queremos guiarlas y llevarlas a pastos verdes, ellas deben confiar en nuestra palabra y en nuestras instrucciones. Un pastor que anhela cuidar a sus ovejas en tiempos difíciles tiene que haberlas cuidado primero en tiempos tranquilos. Es decir, que las ovejas deben ser peinadas, acariciadas y bien tratadas por sus pastores cuando no hay apuro o tarea por cumplir.
El cuido de las personas que tenemos a nuestro cargo, de los discípulos con quienes estamos caminando, requiere no solo las caricias y las palabras de ánimo, sino un riguroso entrenamiento. Cuidar a una oveja incluye acostumbrarla a llevar a cabo ciertas prácticas que le hacen bien y que la preparan para el día malo. Un pastor reprende, exhorta y disciplina. Si no has aprendido a tener conversaciones difíciles, a confrontar el pecado o las malas costumbres, debés saber que era importante comenzar desde ayer, porque cuidar a una oveja tiene como mínimo lo divertido o conveniente, la verdadera protección involucra esfuerzo y disciplina.
Pastorear es sacrificio: “El asalariado no es el pastor”. Estas palabras son un extracto de lo que dice Juan 10:12. El punto al cual necesitamos llegar es que nadie cuida de las ovejas como lo hace su pastor y su dueño. Es posible que una persona dedicada a cuidar a las ovejas sienta un cariño muy especial por ellas, pero si hay una situación que la ponga en peligro, lo más normal que suceda es que esta persona salve su vida y no la de las ovejas. Hay niñeras que le tienen un cariño único a los bebés que cuidan, pero si tuvieran que decidir entre su vida y la del bebé, lo mas probable es que se salve ella misma.
La enseñanza de todo esto para nosotros, los que pastoreamos gente, es que necesitamos pedirle a Dios que nos dé un amor tan profundo por nuestras ovejas, hasta el punto en que lleguemos a estar dispuestos a dar nuestras vidas por ellas. Esta es la prueba de amor más grande que existe, que alguien dé su vida para que otro la preserve. Y las ovejas pueden sentir ese amor, ese sacrificio; ellas pueden oler el tipo de amor que tenemos por ellas. Creo que también seréa de ayuda pensar en situaciones en las que podríamos talvez no dar la vida por las personas que pastoreamos, pero sí sacrificarnos por ellas.
Parte de ser pastor es estar ahí en los momentos importantes, aunque eso amerita un sacrificio de nuestra parte. Otro ejemplo es ser constante con las ovejas, apartar el tiempo y los momentos para que exista un rato de calidad para compartir. Un pastor invierte en su discípulo, le compra herramientas o se las diseña para que siga creciendo.
Hay un último punto aquí que creo que ha estado abandonado en lo que se refiere a ser un pastor, se trata de defender a nuestras ovejas de los lobos. Tenemos que tener claros quién o qué pone en riesgo a nuestras ovejas para batallar en contra; esto puede ser en oración o defendiéndolos en carne y hueso.
Hay un Buen Pastor del cual podemos aprender todos los días, y él modela de manera perfecta la característica número uno que necesitamos para pastorear: el amor. Jesús es el buen pastor que da su vida por sus ovejas. Nadie le arrebata su vida sino que él la entrega libremente. ¡Eso es pastorear!
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