
EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD
Pocas cosas son tan interesantes como descubrir aquello que propició una tradición o festividad mundial. Usualmente las tradiciones con el pasar de los años empiezan a cargar un montón de inventos o adiciones a su esencia y esto termina transformando la celebración como tal. Talvez esto no ocurra exclusivamente en mi país, pero aquello que fue establecido como una “Semana Santa” con la intención del descanso y la meditación en la obra de la Cruz de Jesucristo se ha transformado en una semana “tanda” llena de abusos y faltante de Dios. Los seres humanos somos muy cambiantes y por eso constantemente estamos cambiando nuestro entorno, pero aquel que cree en Dios, en el Omnipotente que no tiene variación, debe de procurar mantenerse inmutable ante las circunstancias sociales. De esto quisiera hablar en este artículo; la gente en Navidad está buscando el “espíritu de la Navidad” con un entendimiento errado de lo que eso significa y que el redescubrimiento de la esencia de esta celebración no solo traería honor a nuestro Dios sino libertad a nuestras vidas.
Recuerdo hace muchos años atrás en estas épocas navideñas pedirles a mis padres o amigos que asistiéramos a alguna función navideña o un lugar que pusiera canciones que aludieran a la Navidad para así contagiarme con el espíritu navideño. En mi mente ese espíritu no era nada concreto o algo en específico, yo me imaginaba adornos de colores, árboles decorados y canciones conocidas, pero realmente no entendía qué era lo que buscaba. El espíritu de la navidad nunca fue algo profundo o poderoso que afectara mi corazón.
“La Navidad empezó con un nacimiento,
el Rey nació en un pesebre”
Cuando leemos acerca del espíritu de la Navidad normalmente vamos a encontrar 2 teorías de lo que esta época representa. La primera es que hace muchísimos años un personaje nórdico apareció en estas épocas del año contando buenas historias y regalando obsequios a los niños. La segunda teoría que se ha contado por muchas generaciones es que un ser angelical se presentaba ante los hombres todos los años trayendo consigo riquezas materiales. Para la mayoría, la Navidad se ha vuelto exactamente esto. Tener el espíritu de la Navidad es tomar las calles para conseguir presentes tanto para uno mismo como para otros. En esto tenemos que ser sinceros, hay pocos placeres como regalar algo; ya lo dijo nuestro Señor Jesús que “hay más don en dar que en recibir.”
El espíritu de la Navidad no puede ser recibir riquezas o escuchar historias entretenidas. Entonces, ¿qué es el espíritu de la Navidad? El espíritu de la Navidad no pudo haber nacido en el Norte ni cientos de años atrás ya que la palabra “Navidad” significa nacimiento y se refiere al nacimiento de Jesucristo hace miles de años. Cuando hablamos del espíritu de la Navidad sabemos que no nos estamos refiriendo a un fantasma o ser espiritual sino más bien a un sentimiento; el sentimiento debería ser alrededor de Jesús y su nacimiento.
Después de estudiar un poco nos damos cuenta que esta celebración mundial está torcida ya que hemos hecho la celebración acerca de nosotros y nuestros regalos en lugar de Jesús y sus regalos. La pérdida de la esencia de esta celebración es tan fuerte como pensar que yo cumpla años mañana y todos mis amigos se lo celebren a mi primo. Mi primo no cumple años, él no tiene por qué ser el protagonista del día que es mi celebración. Cuando nosotros dedicamos estos días del año a meditar en nosotros, lo que nos hace falta materialmente y lo que se nos antoja de comer, le estamos quitando todo el sentido y todo el protagonismo al nacimiento de Jesús llamado Emmanuel, Dios con nosotros. La palabra Navidad debería pintarnos una imagen clara y contundente, deberíamos imaginar al Hijo de Dios naciendo en un pesebre para comunicar un glorioso mensaje que va más o menos así: Hoy les ha nacido en Belén un Salvador. El Hijo de Dios, el Mesías ha nacido como un hombre para vivir una vida perfecta que nos deja como ejemplo y una vida perfecta que lo capacita para morir como el cordero sin mancha que quita el pecado del pueblo.
“El espíritu de la Navidad no puede
ser recibir riquezas o escuchar
historias entretenidas.”
Los monarcas y los líderes tienen una responsabilidad y es la del servicio. La Navidad empezó con un nacimiento, el Rey nació en un pesebre, el Rey nació con humildad para restablecer el orden mundial. En estos días no todo es negativo, se pueden ver muchos actos de servicio, algunos se preocupan por los demás dando alimento o visitando a los que están solos. Esos son colores de navidad, pequeños chispazos de su significado, pero el verdadero espíritu de la Navidad es Jesús. Es pensar, agradecer y atesorar el nacimiento, la esperanza y el nuevo comienzo que representa Jesús. No es simplemente que en la plenitud de los tiempos nació Jesús, sino que con su nacimiento se cumplieron las profecías. Si Jesús nació es porque Dios sigue buscando a la humanidad, si Jesús nació es porque su gracia sigue siendo más fuerte que nuestro pecado. Ese es el espíritu navideño, que Dios reina, no el diablo y que si nos aferramos a Él tenemos esperanza. Que en medio de un pequeño lugar y muy raras circunstancias Dios puede hacer algo majestuoso y ha decidido hacerlo por medio de Jesús.
Mi llamado no es a oscurecer los colores y apagar las canciones. Mi propósito no es quitarle el brillo a estos días sino más bien añadirle. La razón por la cual cantamos, celebramos y nos servimos unos a otros la hemos escondido y necesitamos sacarla de nuevo a la luz. El papá de Juan el Bautista se refirió así acerca de la venida de Jesús: “Bendito sea el Señor Dios de Israel porque ha venido a redimir a su pueblo. Nos envió un poderoso Salvador en la casa de David su siervo para librarnos de nuestros enemigos y del poder de todos los que nos aborrecen.” (Lucas 1: 68-74) El Espíritu de la Navidad es la esperanza, es que Dios está con nosotros por medio de la fe y no en contra. Jesús fue enviado para que le sirviéramos con santidad y justicia dice Lucas el Evangelista. Que nadie tenga miedo porque nos ha nacido en Belén un Salvador.
Juntos quitemos los obstáculos que nos impiden experimentar la verdadera Navidad, pongamos a un lado el mito de que los regalos pueden satisfacernos y busquemos con un corazón puro ese nuevo nacimiento, no solo el de Jesucristo sino el nuestro en Espíritu.