
LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD
Probablemente cuando leemos este título nos imaginamos una excelente película que se estrenó hace unos años, en la cual el actor Will Smith representa a un hombre de la vida real que lucha en contra del sistema que lo oprime y le impide salir de la pobreza, pero finalmente por su perseverancia logra salir adelante. Efectivamente, esta es una muy buena película, sin embargo, no les quiero escribir acerca de esta historia, más bien mi objetivo en este artículo es investigar cómo encontramos la verdadera felicidad y los diferentes conceptos que se han construido de ella.
Thomas Jefferson, uno de los héroes de la independencia de los Estados Unidos, después de referirse a los derechos inalienables de los seres humanos como la libertad y la vida, menciona también “la búsqueda de la felicidad”. Yo creo firmemente en estos valores porque son bíblicos; además, mucho antes de Jefferson, Aristóteles y los escritores bíblicos ya habían hablado de la felicidad como algo importante en la vida del ser humano; sin embargo, esta felicidad era vista como una realidad objetiva no solo como un sentimiento o un estado emocional.
En un artículo escrito por Ken Myers para “Table Talk Magazine” el autor nos remonta a la ética clásica y medieval que consideraba la felicidad como un estado donde se florece, un estado de bienestar que alinea la vida de una persona con el verdadero bien. Según lo anterior, la felicidad era un proyecto muchísimo más ético que psicológico. Si queremos ponerlo en términos meramente cristianos, la felicidad es el reconocimiento de que Dios nos creó para florecer y reflejar su gloria. Para lograr esto, necesitamos de su ayuda para alinearnos y cumplir con nuestra obediencia.
El mayor bien que existe en este
mundo es conocer al creador
Seguramente, al leer este texto te sentís un poco alarmado. La perspectiva que siempre se nos había dado acerca de buscar la felicidad era la de ser intencionales en perseguir aquellas cosas que creemos nos traen placer; pero, si la Biblia enseña acerca de nuestro pecado y nuestra imposibilidad de escoger lo bueno, la búsqueda de la felicidad no es lo que yo decida que me hará feliz, sino lo que Dios me indique que me hará florecer. Un ejemplo drástico, pero real sería la vida de un fumador, quien cree que es feliz fumando, no obstante, eso no es enteramente verdad. Digo, enteramente porque, aunque él halla placer en el fumado, verdaderamente está ciego a los beneficios de no ser un fumador, de gozar de unos pulmones fuertes, que lo proyecten hacia el futuro con el cuerpo, que Dios le dio, físicamente listo para enfrentar los embates de la vejez.
Es importante entender que los seguidores de Jesús no cambiaron el significado de la felicidad, sino que esto funcionó al revés. La búsqueda de la felicidad hacia algo subjetivo es de los últimos siglos. Después de la Iluminación , la felicidad se empezó a entender como algo personal y subjetivo, muy parecido a lo que ha pasado en la era posmoderna con la verdad absoluta. De modo que, como ya la búsqueda de la felicidad no se consideraba de una manera objetiva, se convirtió en la búsqueda del placer, la búsqueda implacable de la diversión y de un estado emocional libre de preocupaciones. Pensémoslo bien, nuestra sociedad está seriamente comprometida en buscar este tipo de felicidad y esto lleva a las personas a tomar las peores decisiones éticas: adulterio, deshonrar a los padres, matanza de niños no nacidos y abusos de sus propios cuerpos. Cuando la felicidad es un sentimiento o un estado de ánimo, sostener esto como el fin último de la vida se hace una misión imposible.
La felicidad era un proyecto muchísimo
más ético que psicológico
El mayor bien que existe en este mundo es conocer al creador, saberse amados por Él y cercanos a sus planes. El salmista como siempre descriptivo nos dice que estando a la diestra de Dios hay delicias para siempre, que en su presencia hay riquezas incontables y sabemos, los que lo conocemos, que su amor es más dulce que la miel.
El autor que se llama John Perry Barlow escribió un libro llamado: “La búsqueda del vacío.” En esta obra Barlow detalla cómo muchos de sus amigos toman antidepresivos no para estar felices que es lo que uno imaginaría, más bien lo hacen para evitar el suicidio. Las acciones y vidas, que han llevado muchos con el propósito de ser felices, los dejan vacíos, confundidos y con pocas opciones. El libro de Eclesiastés, escrito por el hombre más sabio del mundo, comienza diciendo que todo es absurdo, pero termina declarando lo siguiente “El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme, pues a Dios y cumple sus mandamientos porque esto es todo para el hombre.” (Eclesiastés 12:13)
Estamos hechos para deleitarnos en el conocimiento y en el amor de Dios. Nuestra felicidad tiene que ver intensamente más con ser dichosos que con estar risueños. Los que tenemos a Dios, a su Hijo y a su Espíritu Santo tenemos algo más sólido. Los hijos de Dios ríen, vacilan y disfrutan, pero su felicidad está cimentada en la obra de Jesucristo. Cuando nosotros leemos los Evangelios, nunca hemos leído sobre Jesús preguntando a sus hermanos si están felices, no obstante, lo que sí hace es enseñarles el amor del Padre y las gracias de la obediencia que los llevan a ser benditos.
Nunca somos tan plenos y felices como cuando reposamos en el amor de Dios. Cuando estamos conscientes de que no hay condenación para los que hemos creído en Él y que nuestro historial es favorable: ¡Eso es felicidad! “Si obedecen mis mandamientos permanecerán en mi amor, les he dicho esto para que tengan alegría y así su alegría sea completa.” (Juan 15:10-12)