LA BIBLIA NO SE TRATA DE NOSOTROS

(Tiempo estimado: 3 - 6 minutos)

“En el principio Dios…” De esa manera, comienza la Biblia y termina con las siguientes pa-labras: “Que la gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén.” (Apocalipsis 22:21). Desde principio hasta el fin, las Escrituras tienen como tema central al Dios de Israel y al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, sin embargo, por alguna razón extraña olvidamos que el personaje principal de la Biblia es Dios y, más bien, creemos que somos nosotros. Esto es muy posible que obedezca a nuestro pecado, a la costumbre mundana narcisista de que nosotros somos el centro de la tierra y todo debería girar alrededor nuestro. En cambio, la Palabra de Dios hace todo lo contrario, nos enseña que Dios es el centro del universo y que es Él, Cristo mismo, quien sostiene todas las cosas con el poder de su Palabra. 

Las Escrituras son la historia de un Dios de amor que decide poner su corazón sobre un pueblo, pero algo muy peligroso que hacemos al leer nuestras Biblias es revertir los perso-najes principales y estudiamos la Palabra como si nosotros fuéramos el actor principal y no los actores de reparto. Es definitiva, la iglesia debe tener cuidado de la manera en que se acerca a Dios. Nuestro interés debería ser Él y no nosotros, aunque lo maravilloso de esto es que su nombre es tan magnífico que conocerlo a Él es conocernos más a nosotros mismos. 

“Sí, la Biblia no se trata de
nosotros, pero eso es bueno”

Te has preguntado alguna vez o has puesto atención al acercarte a la Biblia de la intención que tiene tu corazón para hacerlo. No quisiera pecar de simplista, pero creo que hay dos maneras de acercarnos a la Biblia, la primera es buscando respuestas para mí, esperando que la Biblia me diga qué tengo que hacer o hacia dónde tengo que dirigirme. La segunda manera de acercarnos a la Biblia es con el propósito de encontrar a Dios, de tener un tiem-po de intimidad con Él, en el que Él se te revela y esa misma revelación es la que te ayuda a ubicarte entendiendo como debés de vivir. Pareciera que no hay mucha diferencia entre ambas,  pero hay un abismo gigante que las separa. 

Venir a estudiar la Biblia con el único propósito de que sea para mí provecho sería hacerlo para mi gloria, pero si estudio la Biblia para entender cómo puedo glorificar a Dios y disfru-tarlo, la gloria se transfiere a Él.  Tus intenciones deben mutar de ser egoístas a ser parte de la expansión de su Reino. En vez de buscar poseer un gran nombre, a desear ser hidalgo del único nombre que vale la pena ser puesto en alto, el nombre de Jesucristo. 

Yo tengo fe y espero que vos la tengás también, pero en realidad esa fe no es ni siquiera nuestra. El libro de Hebreos dice: “fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la ver-güenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.” Nos que-da claro que la fe que poseemos no fue nuestro invento ni algo por lo que nosotros lucha-mos, es una herencia directa de Dios, fue Jesús quien la inició y nos la traspasó. Ese es el testimonio de la Biblia, le fe en Cristo y por Cristo. Toda la Escritura ha sido inspirada por Dios no por mí ni por ningún hombre, por eso, es adecuado establecer que la Biblia es para mí, me habla, pero su tema es Dios, no yo. 

“(…)por alguna razón extraña olvidamos
que el personaje principal
de la Biblia es Dios”

Cuando yo era niño no era poco común que al llegar a la escuela o a la casa de algún ami-go yo sugiriera un juego nuevo que jugar. Mis sugerencias no eran siempre bien recibidas porque para el momento en que yo ofrecía mi plan, ya mis amigos estaban disfrutando de otra actividad. Entonces, mi intención era imponer mi plan sobre los demás, empezar a ju-gar la actividad que a mí se me antojaba en lugar de adecuarme y meterme en el juego ya aceptado por mis amigos. Lastimosamente, yo no les puedo decir que hago algo muy dife-rente con la Biblia. Muchas veces me presento ante la Palabra de Dios con un juego en mente, tengo una estrategia planeada para hacer las cosas y quiero implantarla en las pala-bras de Dios, pero topo contra pared y debo retroceder. 

El secreto no es quedarse cruzado de brazos esperando que termine el juego propuesto por otros. De hecho, la alegría se encuentra en involucrarse de lleno a lo que ya está pa-sando. Justamente lo mismo sucede con la Biblia, si en ella no se encuentra lo que se quie-re, eso no significa que no es bueno para la persona. 

El plan de Dios es inmensamente más que divertido, sus planes son más altos que los nuestros y sus caminos más emocionantes. Sí, la Biblia no se trata de nosotros, pero eso es bueno, de hecho es lo mejor, sería aburrido y monótono si no fuera así. Mi motivación para los que la leemos es dejar nuestro orgullo de lado y deleitarnos en encontrar al Dios real y soberano que está en la Biblia listo para ser descubierto. 

“Ese es el testimonio de la Biblia,
le fe en Cristo y por Cristo”

Cuando decimos que la Biblia no se trata de nosotros, no solo tenemos como propósito dejar claro que no somos los actores principales o los reyes de la fiesta, lo que debe quedar clarísimo es que tampoco podemos venir ante ella a negociar, a estirarla a nuestro antojo. La Biblia es el compendio que Dios ha escrito para nuestra salvación y santificación, pero su cometido es alzar el nombre de Dios. 

La obra empezó "en el principio” y terminará cuando Cristo venga a redimir todas las cosas; en el ínterin nosotros somos parte del reparto, pero hay un personaje principal alrededor del cual giran todas las cosas. La Biblia habla de Dios, apunta hacia Cristo, cuenta los hechos del Espíritu Santo y en muchos lugares menciona a su pueblo, pero perderemos de vista el tesoro si nos enfocamos en su pueblo dejando de lado al actor principal de la historia.

 

 

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