LA CONFESIÓN DE WESTMINSTER

LA CONFESIÓN DE WESTMINSTER Y EL ARTÍCULO 1 PÁRRAFO 4C

(Tiempo estimado: 3 - 5 minutos)

Posiblemente el propósito más fuerte de las cosas que decido escribir está en incentivar un hambre o por lo menos una atracción por la teología que se hizo en siglos anteriores. Claro está, mi interés primario es que todos lleguemos a conocer al Salvador Jesucristo y el poder de su resurrección, pero curiosamente pareciera que fue en tiempos de antaño cuando se vivió esto con mucha pasión. Por eso, he decidido empezar a escribir poco a poco acerca de la Confesión de Westminster un documento que ha probado ser la última de las confesiones más importantes de fe escritas Post-Reforma.

La historia comenzó así, en 1641 un conocido pastor llamado Edmund Calamy le pidió al parlamento inglés que reformaran la iglesia de Inglaterra. De hecho, lo que él estaba demandando era una reforma de la Reforma. No fue un trabajo fácil, pero dos años más tarde en 1643 Inglaterra hizo un llamado a 120 pastores para reunirse en la Abadía de Westminster. No era cualquier trabajo el que debían hacer, el objetivo de esta asamblea de ministros era reformar la iglesia de Inglaterra y sus estándares doctrinales. Esas personas debían proponer al Parlamento cualquier corrección pertinente a las estructuras, adoración y enseñanza en la iglesia. En otras palabras, como dice Chad Van Dixhoorn: “la reunión tenía el objetivo de lograr lo que los puritanos siempre habían querido dentro de la iglesia.”

El testimonio de los hombres es muchas veces
poderoso en nuestras vidas, pero el de Dios
es aún más poderoso.

La tarea de reformar la iglesia de Inglaterra y comulgar en los mismos principios parecía fácil al inicio para los pastores, sin embargo, pronto se dieron cuenta de que revisar y redactar un documento con el que todos quedaran satisfechos era un gran reto. Obvio que era fácil para cada ministro expresar sus opiniones o su base teológica, pero a la hora de empatar todas las convicciones, llegar a un acuerdo como un cuerpo colegiado era muy difícil. Citando a Van Dixhoorn de nuevo: “habían muchos arquitectos queriendo reforma, pero muy pocos ingenieros que la construyeran.”

Si nos adelantamos varios años hasta 1646, la asamblea logró establecer su confesión. El producto final fue digno de ser celebrado en aquel momento y ahora también. Realmente la Confesión de Westminster ha marcado un antes y un después en la historia del cristianismo. Este documento es la suma de la teología cristiana en la tradición reformada. En la Confesión se habla de más de 30 grandes verdades de las Escrituras y la manera en que se presentan es lo que la Biblia enseña no lo que los santos piensan. La Confesión dirige al creyente a tomar personalmente lo que dice la Biblia y no recibirlo como información que no debe tomar un lugar en nuestro corazón.

Después de hacer un breve resumen para quien no conoce lo elemental de la Confesión de Westminster, me gustaría empezar una serie de escritos acerca de su contenido. Voy a comenzar con el párrafo 4 del capítulo 1, que he traducido lo mejor que pude del inglés al español: 

“La autoridad de las Santas Escrituras, la razón por la cual deberían ser creídas y obedecidas, no depende del testimonio de un hombre ni de la iglesia, pero enteramente de Dios, su autor; por eso deben de ser recibidas, porque son la Palabra de Dios.”

Es importante resaltar que leer este párrafo sacado de contexto no es fácil, porque la mejor manera de hacerlo es cronológicamente, pero como nuestra intención es más sacarle el provecho para fines de crecimiento espiritual y no tanto académico, nos podemos jugar el chance con cuidado. La Confesión nos dice que la Biblia como tal no debería tener autoridad sobre nosotros por tradición, sino porque es el mismo respiro de Dios. Yo y mi casa nos debemos a las Escrituras no porque han demostrado ser un buen libro o porque es algo transmitido por nuestros antepasados, no porque sea bien visto en la sociedad en que me desenvuelvo o algo moral. La razón por la cual la Biblia tiene autoridad sobre nosotros es porque es el texto sagrado que el Espíritu Santo utiliza para regenerar nuestras vidas.

Realmente la Confesión de Westminster ha marcado
un antes y un después en la historia del cristianismo.

Cuando leemos que no necesitamos creer u obedecer las Escrituras por el testimonio de los hombres, sino por el testimonio de Dios, lo primero que viene a mi mente es que las Escrituras son reveladas a nosotros por el Espíritu Santo y no por esfuerzo humano. Nuestro acercamiento a ellas debe ser en humildad y esperando la sobrenaturalidad de sus palabras en nuestro corazón. Por eso, Pablo dice en 1Tim 3:16 que la Escritura es útil para corregir, reprender y traer justicia. El testimonio de los hombres es muchas veces poderoso en nuestras vidas, pero el de Dios es aún más poderoso. En 1Tesalonicenses capítulo 2, Pablo comenta que esas iglesias en esa región no recibieron sus palabras como palabras provenientes de los hombres, sino provenientes de Dios mismo.

Es muy emocionante acercarse a la Palabra de Dios como ella misma se describe y como los pastores de la Confesión de Westminster lo mencionan: “Dios es su autor.” Esto significa que no fue Pablo quien escribió las epístolas o Lucas su Evangelio, cada autor de las Escrituras escribió bajo la inspiración del gran autor: Dios. Cada vez que nos sentemos a leer nuestras Biblias, debemos atesorar en nuestro interior que son Sagradas, así las llamaron los miembros de la asamblea de Westminster y eso los dirigió a reformar la iglesia.

 

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