¿ASISTO A LA IGLESIA O NO ES NECESARIO?

(Tiempo estimado: 4 - 7 minutos)

Cuando yo era niño, durante más de seis o  siete años asistí al estadio con mi papá casi sin fallar un domingo, ya que mi abuelo nos había heredado unos palcos. Era una experiencia que no tenía comparación. Durante aquellos años llegó la “Ultra” al país y se empezaron a cantar gritos de guerra durante los partidos. Mi equipo pasaba por uno de sus mejores momentos y estar ahí junto con mi papá, hasta el día de hoy, no le he encontrado precio. 

Definitivamente, ¡todo se vive mejor desde cerca! No es lo mismo ver a la novia desde el celular que verla en vivo en su casa. No es lo mismo ver el partido de futbol desde la sala a verlo desde la gradería. Hay pocas cosas tan maravillosas como escuchar música con las luces de tu cuarto apagadas, pero esto jamás se compara con la experiencia de un concierto en vivo.

No creo que nadie esté en desacuerdo conmigo con el argumento de que las cosas en vivo se disfrutan más y llegan más al alma. Pues precisamente lo mismo pasa con la experiencia de ir y estar con tu iglesia. Es importante entender este detalle de “nuestra iglesia” porque en estos días se está hablando de asistir a la iglesia y eso no tiene sentido, ya que la gente se refiere a  un edificio. Realmente, lo que se hace es asistir a un edificio, donde se reúne la iglesia. 

Ese es mi primer punto. La iglesia está conformada por personas y si yo no me reúno con esas personas sin importar las medidas de seguridad que tenga que tomar no soy parte de mi iglesia. Cuando hablamos de ver una charla por medio de internet e ir a la iglesia, estamos hablando de lo mismo que tienen de parecido los koalas y los chicles. Es muy diferente escuchar una predicación,  escuchar canciones acerca de nuestro Dios en compañía de otros creyentes a celebrar la Cena del Señor y someterse a la Palabra de Dios viva ahí predicada. Cristo vino a salvar a su iglesia, a ese grupo de gente de fieles que se reúne desde hace muchos siglos para levantar su nombre y a mí me parece raro que si nuestro Salvador le dio tanta importancia a su amada iglesia, nosotros no se la demos. Yo hago un llamado fuerte y rotundo por volver a asistir a nuestras celebraciones o cultos, como sea que  se  les llame, ya que es ahí en medio del cuerpo donde  podemos ser útiles. 

Sigamos hablando de fútbol. Si  cinco jugadores del mejor equipo deciden quedarse en sus casas el día del partido, todo el equipo se verá perjudicado. Los equipos necesitan de todos sus integrantes porque solo así saben cómo hacerle frente a sus contrincantes. El libro de 1 de Corintios así lo dice: “Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para construir un solo cuerpo. Si todos ellos fueran un solo miembro que sería del cuerpo?” El Dios soberano, en el que yo creo, nos ha puesto en cada una de nuestras iglesias con un propósito especifico y al quedarnos en nuestras casas estaríamos sirviéndonos solo a nosotros y no a Cristo ni a su cuerpo. No importa que  no seamos  quien predique o que nos corresponda  dar la bienvenida, el hecho de estar con nuestros hermanos en la fe adorando a nuestro  Padre Celestial infunde aliento a muchos, a quienes probablemente nunca sabremos. Si el Espíritu de Dios habita en nosotros, Dios puede utilizarnos en el medio de la congregación sin que nosotros nos demos cuenta. No menospreciemos el pecado y el quebranto de un hermano,  necesitamos movilizarnos y mandarle señales al  cerebro de ese hermano de que hay un Dios a quien buscar junto con una iglesia que defender.

Supongo que  ustedes como buenos lectores requieren  de la Biblia para sentir que se hizo un buen análisis de este tema y por dicha yo también. Por eso, quiero compartirles  un pasaje del libro de Hebreos que nos habla conciso sobre cuál debería ser nuestro comportamiento. Hebreos 10:22-25: “Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura. Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa. Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.”

Primero que todo observemos el ritmo que presenta el texto. Sabemos que el autor de Hebreos le está escribiendo a cristianos para que perseveren en la fe y su instrucción para provocar esa perseverancia es acercarse a Dios sabiendo que pueden hacerlo por la pureza que les dio Cristo Jesús, preocuparse unos por otros para animarse y no dejar de congregarse. Si fuéramos de atrás hacia adelante, el pasaje tendría también sentido porque primero nos llevaría a ir a la iglesia y una vez en la iglesia, nos animaríamos unos a otros a preguntar sobre nuestras vidas o cómo podríamos ayudarnos y se terminaría, una vez recibida esa fuerza, acercándonos a Dios con un corazón sincero.

Díganme  si yo estoy muy equivocado porque la verdad es que suele pasar, pero ninguna de las recomendaciones a la perseverancia que nos da Hebreos se pueden ejecutar desde la casa. Bueno, si tomáramos el verso 22 como diciendo que nos acerquemos a Dios en intimidad u oración eso efectivamente se hace en un lugar privado, pero no creo que el autor  quiera decirnos eso, puesto que  nos sigue hablando  en plural e indica que a Dios se disfruta con otros.

Sería muy poco serio de mi parte decir que hay que asistir a nuestras congregaciones si el gobierno no lo permitiera. Sería peligroso motivar a la gente que yo amo a ir a sus iglesias sin exigir que se cumplan todas las medidas necesarias de seguridad y jamás quisiera comunicar que no tengo en mente a las personas en riesgo. Esas personas deben permanecer en sus casas esperando hasta que puedan tener una vida normal, ya que nuestro cuerpo fue dado por Dios y debemos cuidarlo. Pero si les quiero hablar a todos los seguidores de Cristo que tienen la oportunidad de ir a congregarse y no lo hacen. Hay millones de personas en el mundo que darían literalmente su vida por tener el regalo que nosotros disfrutamos  y  se  arriesgarían todas las semanas con tal de compartir la presencia de Dios con otros creyentes.

El libro de Hebreos dice: “busquen a Dios mientras Él se deje ver”, mi tesis no es que Dios está en las reuniones de nuestra iglesia más que en nuestra casa, pero al mismo tiempo creo que inexplicablemente lo está, ya que en nuestras casas no hay “koinonia”, no nos podemos ver frente a frente sabiendo que estamos pasando por lo mismo, no podemos escuchar la Palabra viva predicada frente a nuestros rostros con la pasión de un hermano.

¡Vayamos a la iglesia que nuestro cuerpo, mente y familia no duden de quién dependemos!

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