
Hombres comunes y corrientes
Estoy seguro de que no soy el único al que le gustaría que la Biblia a veces fuera más detallada en ciertos relatos. Quizás, el ejemplo más común de esto sea la narración del Génesis sobre cómo Dios creó al mundo. Es importante que sepamos de antemano que la Biblia no es un libro exhaustivo sobre todos los temas existentes, pero sí es un libro que cumple a cabalidad con su finalidad principal: revelarnos quién es Dios y sus propósitos con el mundo. Cuando la Biblia guarda silencio sobre algún tema, nuestra mejor decisión es pensar en que, por alguna razón, Dios decidió hacerlo así. Pero cuando la revelación de la Biblia es clara nuestro deber es obedecerla (Deuteronomio 29:29).
Comienzo con esta idea porque estoy seguro de que, cuando leemos en los Evangelios acerca del nombramiento de los 12 discípulos o apóstoles, pensamos que nos gustaría tener más información al respecto. ¿Quiénes eran estos hombres? ¿Cómo los escogió Jesús? ¿Por qué ellos y no otros? ¿Por qué tenían que ser doce? Aunque no lo crean, todas estas preguntas de alguna manera u otra tienen respuesta en las Escrituras. Admito que tal vez no a simple vista, pero es cuestión de buscar con atención.
Todos nosotros estamos de pie
sobre los hombros de los apóstoles
Este es el primer punto que me gustaría hacer a favor del libro “Doce Hombres Comunes y Corrientes” escrito por John MacArthur, quien ha sido pastor de Grace Community Church por más de cinco décadas y también presidente de The Master’s Seminary en California. MacArthur es un hombre que se ha caracterizado por su celo hacia las Escrituras y por descubrir las verdades que hay en ellas. Este libro es una muestra de eso. Porque si bien es cierto que la cantidad de versículos en el Nuevo Testamento sobre la vida específica de los apóstoles no es tan abundante, MacArthur hace un esfuerzo por unificarlos y a través de ellos pintarnos un retrato sobre cómo eran las vidas de estos hombres. Así que, sin duda alguna, creo que cualquier persona que decida leer este libro logrará satisfacer el antojo de examinar las Escrituras con mayor detenimiento y cuidado. ¡Ánimo, que lo único que nos espera es una fuente ilimitada de riquezas!
Otro elemento positivo de este libro es que, antes de describir la vida de cada uno de esos personajes bíblicos, MacArthur dedica las primeras páginas para escribir sobre Jesús. Esto es algo digno de rescatar, pues, sin duda alguna, los apóstoles han sido de las personas que han tenido mayor trascendencia para la iglesia. En otras palabras, podríamos decir que todos nosotros estamos de pie sobre los hombros de los apóstoles. Fueron ellos a quienes Dios designó para establecer la iglesia del primer siglo, llamada a menudo la iglesia primitiva. Por eso, es fácil asombrarnos cuando pensamos en lo fructíferos que han sido esos doce hombres, sin embargo, MacArthur nos ayuda a no perder de vista que todo lo que ellos lograron fue gracias a su maestro, Jesucristo.
En el libro de MacArthur podremos aprender sobre la relación común y usual que un rabí o maestro tenía con sus discípulos y cómo Jesús utilizó ese vínculo para realizar su ministerio. Las multitudes seguían a Jesús y él les servía, pero hubo un momento de cambio, cuando Jesús decidió enfocarse específicamente en estos doce hombres, al fin y al cabo, eran ellos los que iban a continuar su obra después de su crucifixión y resurrección. MacArthur nos muestra lo que Cristo invirtió en ellos de manera intencional y lo que requirió para hacerlo: amor, paciencia, corrección, pruebas ... Jesús “les dio ánimo con cariño, los corrigió con amor, y fue paciente para enseñarles. Así es como se logra siempre el mejor aprendizaje. No es solo proveer información; es una vida invertida en otra vida” (26).
El propósito de la Biblia es revelarnos
quién es Dios y sus propósitos con el mundo
No obstante, el punto principal que se repite una y otra vez a lo largo del libro es la idea que comunica su título: “Hombres comunes y corrientes”. Estos hombres eran absoluta y totalmente iguales a nosotros. El Nuevo Testamento nos enseña que eran lentos para aprender y torpes espiritualmente (Lucas 24:25). Pero, precisamente, esa era la manera en la que Jesús haría evidente que fue su poder el que transformó la vida de estos hombres. De hecho, en el libro de los Hechos, los gobernantes se asombraban de la osadía con la que los apóstoles hablaban, pues sabían que eran personas sin ningún tipo de estudios ni preparación y la única razón de su elocuencia era que ellos habían estado con Jesús (Hechos 4:13).
No hay relato en el que esta enseñanza sea más clara que en la primera carta de Pablo a la iglesia en Corinto: “Hermanos, consideren su propio llamamiento: No muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; ni son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna. Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse” (1 Corintios 1:26-29). La elección que hizo Jesús es un testimonio de que Dios puede usar lo que parece insignificante e inútil para sus propósitos; en palabras de MacArthur, “las personas que no valen nada son precisamente la clase de gente que Dios usa, porque es la única clase de personas con la que cuenta para trabajar”.
Una de las tentaciones más grandes de hoy, para todos nosotros, es la comparación. Cuando nos comparamos corremos el riesgo de caer en el orgullo o en el desánimo. La comparación nos lleva a buscar la competencia. Pero cuando entendemos que Dios puede utilizarnos tal y como somos, y decidimos confiar en su poder, experimentamos que el reconocimiento de nuestra insuficiencia es todo lo que Jesús necesita. No necesitamos buscar lo extraordinario y llamativo, sino ser instrumentos en sus manos.