LA GRACIA

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Si se quiere entender con certeza qué es la gracia, primero deberíamos esforzarnos por profundizar en qué no es la gracia. En teología, la palabra que posiblemente más se le opone a gracia es mérito, porque un mérito es un reconocimiento, un premio que alguien ha ganado o que merece por alguna acción excelentemente ejecutada.

Actualmente, muchos en nuestra sociedad viven bajo normas de mérito. Por ejemplo, en el trabajo se reconoce con un salario a quien ha cumplido con sus labores, en los deportes se reconoce con un trofeo o una celebración a aquellos que hayan logrado uno de los primeros lugares, y en nuestros hogares se le compra algo rico de comer o cierto juguete a los hijos que han sido obedientes. Entonces, todos estamos familiarizados con los méritos; es por eso mismo que nos cuesta tanto entender la gracia, porque esta palabra define exactamente lo opuesto de lo que acabamos de hablar.

"La gracia de Dios va más allá
de la misericordia"

La gracia es un regalo inmerecido, la gracia es un premio que se otorga por puro amor y bondad, ya que la persona no ha hecho absolutamente nada para ganárselo. Si lo planteamos en una ilustración puede sentirse más vivo. Veamos este ejemplo, resulta que una mujer de 17 años ha tenido notas excepcionales en su colegio y además ha logrado entrar a la facultad de medicina de una de las más prestigiosas universidades del país. Su padre acaba de recibir un muy buen bono en el trabajo, así que decide invertir la mitad de ese bono en comprarle un carro que le entrega de sorpresa.

El anterior es el escenario número uno, pero el escenario número dos es un joven que acaba de terminar sus estudios de colegio presentando tres materias en exámenes de convocatoria. Además, gracias a sus malas notas no ha podido entrar a ninguna carrera de su universidad local, que es la única que su familia realmente puede pagar. Su padre, gracias a su arduo trabajo, recibe un bono y decide regalarle un carro último modelo.

Posiblemente al igual que yo usted se escandaliza con la historia del joven, porque la historia de la muchacha tiene mucho sentido. Pues así de alarmante es el amor de Dios por nosotros. Dios ha decidido amarnos y premiarnos con su presencia ignorando nuestros muchos errores. Efesios 2:3-4 dice: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. Por gracia ustedes han sido salvados.”

La gracia de Dios va más allá de la misericordia. Cuando obtenemos misericordia estamos dejando de recibir un castigo o una consecuencia que merecíamos como resultado de nuestra mala conducta. Pero la gracia se pone mucho más alto que la misericordia, porque es un amor y una bondad tan grande que no solo evita que alguien reciba lo que merece por su obstinado corazón, sino que regala gratuitamente algo al culpable.

Aquí quiero que pensemos en dos escenarios otra vez. El primero es un niño de doce años que no ha hecho su tarea, aunque había sido advertido de que si no la cumplía sería restringido de sus juegos electrónicos. La mamá se da cuenta de que el niño no cumplió con su tarea, pero le tiene misericordia y no le quita los juegos. El segundo escenario es una mujer convaleciente en el hospital a punto de morir. Ella necesita sangre para recuperarse, pero no tiene ningún pariente. Ella no puede pedir ayuda porque se encuentra al borde de la muerte; pero un enfermero que trabaja en el hospital decide donarle el tipo de sangre que ella necesita, así que al recibirla puede mejorarse.

De los dos casos anteriores, la gracia está presente en el segundo ejemplo. La Biblia dice que aun muertos, aun sin pedir ayuda, Dios nos brindó su ayuda para nuestra salvación. Los creyentes no traemos ningún mérito al trono de Dios, sino que somos recibidos porque el amor de Dios abunda, y eso se llama gracia.

El mérito de los cristianos está en los méritos de Jesús. Cuando nosotros ponemos nuestra fe en Jesús se da “el intercambio divino”, que es que Cristo toma nuestras faltas y nosotros somos investidos con sus méritos y justicia. El mérito de Jesús llega únicamente por la fe en su obra, y nosotros obtenemos la capacidad de creer por gracia. El padre del hijo pródigo debería ser llamado el padre pródigo, ya que pródigo significa “exuberante” o alguien que da mucho. En esta parábola observamos la gracia de Dios por excelencia: el joven vuelve a casa sabiendo lo que merece, pero el padre, quien representa a Dios, no solo no le da lo que merece, sino que le da muchísimo de lo que no merece. Un anillo, calzado, un abrazo, todo su amor y una fiesta. ¡Eso es gracia!

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