
HONOR Y HONRA
Estas palabras no solo son parecidas en la forma en que se escriben, sino también en su significado. El honor es la cualidad moral de una persona que la lleva y casi obliga a cumplir con sus compromisos ante los demás o hacia sí misma. Por su parte, la honra es la dignidad o el respeto que se le otorga a alguien por actuar rectamente. Ambos son conceptos muy parecidos y dignos de practicar, por eso quisiera hacer un repaso general de sus principios y diversas aplicaciones.
El Hijo de Dios vino al mundo para “crearnos”
otra vez y devolvernos el honor con la
honra que habíamos perdido
¿Por qué los seres humanos merecen honra?
La respuesta corta a la pregunta anterior es porque fuimos creados a imagen de Dios. Génesis 1:26 relata que la Trinidad en medio de un concilio tomó la decisión de crear al ser humano para reinar sobre la Tierra y que fuimos creados a imagen de Dios. Eso significa que compartimos los atributos comunicables de Dios. Nuestro Dios creador es un ser magnífico, todopoderoso e infinito en sabiduría; por eso nosotros somos dignos de honra y de honor, porque somos una especie de espejo de aquel que todo lo es. El concepto de que todo ser humano es imagen de Dios es reafirmado por su Palabra y debe ser desarrollado en nuestras vidas diarias. Por eso los derechos del ser humano y sus máximas garantías pueden ser rastreados hasta el momento de la creación, ya que Dios dispuso desde el principio que cada persona tuviera un valor profundo originado en su creador. Nunca será igual el precio de venta de un cuadro pintado por mi persona que uno de Da Vinci. Los objetos muchas veces tienen valor de acuerdo con quién los creó o diseñó; es por esto que cada ser merece honra, porque “somos hechura.”
De eso se trata una cultura de honor y de honra,
de poner en alto la obra de nuestro Salvador
y de admirar lo bueno
¿Qué diferencia a un seguidor de Cristo en honra y honor?
Todo el Nuevo Testamento argumenta acerca de lo que hace Jesucristo en la vida de los seres humanos que han creído y confiado en Él, pero hay un verso en 2 Corintios 5:17 que lo comunica bastante bien: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo”. Según observamos en Génesis 1:28, fuimos creados por Dios y eso nos da honra, pero el pecado en que hemos caído nos ha quitado cualquier tipo de honor. Nuestros ancestros en el jardín y nosotros mismos le hemos dado la espalda a Dios y eso ha corrompido nuestra imagen. Nos hemos degradado y ya no servimos como espejo de nuestro hacedor. He aquí la razón por la cual vino Jesucristo. El Hijo de Dios vino al mundo para “crearnos” otra vez y devolvernos el honor con la honra que habíamos perdido. Pablo nos dice en 2 Corintios 5:21 “Que al que no cometió pecado alguno, por nosotros, Dios lo trató como pecador, para que en Él recibiéramos la justicia de Dios.” Por eso, toda persona que pone su fe en Cristo nace de nuevo y nace resplandeciente de la justicia de Dios. El cielo nos ve gloriosos ya que ve a Cristo en nosotros.
Esa es la honra de un seguidor de Jesús, que estamos poseídos por su Espíritu Santo y la gracia que se nos regaló es muchísimo más pesada e influyente en nuestra identidad que nuestra maldad. El cielo define a un seguidor de Cristo como alguien piadoso, un hijo de luz, un habitante del Reino de los cielos; el reto es que nosotros aquí, mientras seguimos en la Tierra, nos tratemos de esa manera. Entonces, es necesario preguntarnos si resaltamos en nuestros hermanos o hermanas su identidad en Cristo o su humanidad.
¿Cómo dar honra y honor?
Podríamos empezar con una declaración: “Debemos resaltar lo mejor de los demás y celebrar nuestras vidas sin importar nuestras diferencias. Queremos responder ante las personas basados en quiénes son en Cristo y no simplemente en su comportamiento.” Esto lo que quiere decir es que si mi esposa me ofende con sus palabras, mi manera de tratarla de vuelta no debe basarse en su mal comportamiento o en el pecado que ella haya cometido. Mi manera de tratarla debe de ser dándole honor y honra, que están basados no en lo que hizo ella, sino en lo que hizo Jesús por ella. Yo necesito entender que mi esposa no es una pecadora que me ofende, sino una hija de Dios en la ruta de santificación.
Pablo nos da la indicación en Filipenses 4:8 “Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración; en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.” El espíritu de este verso es que nuestra mente y nuestro corazón no divaguen en temas “maldosos” o que no traigan provecho, sino enfocarnos en lo que sirve para la edificación.
El cielo nos ve gloriosos ya que ve a
Cristo en nosotros
Al final de cuentas, de eso se trata una cultura de honor y de honra, de poner en alto la obra de nuestro Salvador y de admirar lo bueno. Aunque sí es necesario hacer una aclaración: una cultura de honra y de honor no evita confrontar lo que está mal, sino que lo promueve. La diferencia está en que ese mal o lo que se debe de corregir no rige las relaciones, lo que rige las relaciones es el entendimiento del amor de Dios y que Él nos ha diseñado a cada uno para cumplir una parte. Así Dios ha dispuesto los miembros de nuestro cuerpo a fin de que no haya divisiones, sino que sus miembros se preocupen unos por otros.
Quisiera terminar con un pensamiento. Muchas veces se nos hace más fácil darle honra y honor a las personas que están sobre nosotros en liderazgo; sin embargo, esto no es lo que la Biblia nos enseña. Sí es preciso honrar a nuestros líderes y orar por ellos, ya que tienen una posición sumamente importante; pero tener responsabilidad no los hace diferentes de cualquier otra persona.
Este es un tema de cuidado, porque muchas veces honramos a la autoridad con fines egoístas, como para que se nos dé algún privilegio, cuando la razón pura o transparente de darles honor es porque son criaturas o hijos de Dios. Existe una diferencia en el trato entre hijos de Dios, pero eso es tema del próximo artículo.
Vivamos en armonía; eso significa que cada uno se preocupe por su parte y haga lo mejor de lo que le corresponde. Concluyo esta breve conversación con las palabras de Pedro, el discípulo del Señor: “En fin, vivan en armonía los unos con los otro; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes" 1Pedro 3:8.