¡ÉL ES SUFICIENTE!

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Por alguna razón, los seres humanos desarrollamos sentimientos extraños por la ropa. Sin duda, los cristianos no somos la excepción. No tengo claro de dónde vienen estos afectos, que no tienen mucho sentido. Probablemente, si con la sabiduría de Dios y apoyado en otros hermanos de la fe, hicieras una lista de lo que verdaderamente es esencial tener en el clóset, descubrirías que esa lista representa mucho menos de lo que creías necesitar o tener.  Pero la realidad es que, cuando abrimos el clóset y vemos que ahí están esperándonos esas camisas, con esas telas bien gastaditas, que se nos amoldan tan bien y hacen que nos sintamos cariñosamente abrazados y protegidos, experimentamos cierto gozo y cierta paz. Entonces, pensamos: “Aquí está todo. Estoy listo para enfrentar este nuevo día”. Ese apego es tal que, si el trayecto entre la canasta de ropa sucia y el regreso al clóset de esa tan preciada camisa, que incluso tiene huecos, toma varios días, llegamos a preocuparnos y a realizar las respectivas investigaciones hasta encontrarla. 
 
Espero que estés sonriendo como yo mientras escribo sobre esta situación. Sin embargo, detrás de lo descrito puede que haya cierta verdad. Llegan tu cumpleaños, Navidad…, y por ahí el gesto lindo de una persona y ya tenes tres o cuatro camisas más para tu clóset. Entonces, decidís acomodar lo nuevo, pero…, un momento…, no estás dispuesto a dejar lo viejo. Te enfrentás con esa dura realidad de que no crees poder vivir sin ese gozo que has experimentado en el pasado a pesar de tener ahora camisas nuevas. No es posible vivir simplemente con lo que sabés que es esencial, pues perderás la paz. Sentís que no vas a alcanzar plenitud porque podés quedar desprotegido e incompleto. Ahora tu clóset está lleno. Lleno de lo esencial y de todo lo demás.  
 
En el cristianismo pasa algo similar. Todos en esta vida hemos experimentado momentos y circunstancias llenos de personas y cosas que nos han transmitido cierto gozo y que tendemos a atesorar. Una de esas personas es Cristo. Si pudiéramos guardar todo eso en un clóset, sin duda, que estaría repleto de esas personas y cosas sobre las cuales hemos construido una supuesta verdad que nos conduce a suponer que, si nos deshacemos de algunas de ellas, no podríamos experimentar más gozo, paz y plenitud, y que probablemente estaríamos invadidos por sentimientos de desprotección, soledad y tristeza. No nos animamos a quedarnos solo con lo esencial. Ahora el clóset está lleno. Ocupado por Cristo y todo lo demás. 
 
No le damos a Cristo el lugar, que sabemos
que merece en nuestro corazón, necesario
para vivir la vida como Él nos llama.
 
No obstante, la realidad es que la Palabra de Dios posee una verdad diferente para los cristianos. En la carta del apóstol Pablo a los Filipenses (4:13), encontramos un versículo con el que probablemente te has topado en tu caminar como cristiano:
 
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”
 
Indudablemente, es un versículo fascinante y hasta atractivo para memorizar. Sin embargo, me pregunto si has meditado en la verdad que contiene. No pretendo hacer un análisis exegético completo del versículo, aunque me gustaría presentarte varios puntos que te pueden ayudar a meditar con mayor profundidad sobre él.
 
· El contexto siempre es importante. Pablo viene cerrando su carta de cuatro capítulos que giran sobre la misma verdad. Una verdad que evidentemente debería ser el deseo de todo cristiano: “la actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús” (2:5). Específicamente en el contexto inmediato de este pasaje (Fil 4:10-20), el apóstol muestra la actitud de su vida, modelando a Cristo a quien llama a imitar (Fil 3:17) en lo que él describe como cada una de las situaciones y circunstancias que se puedan presentar (11-12) sin la certeza de lo que se tendrá en las manos hoy o mañana, sin la seguridad de quién estará al  lado, ni cuáles serán las circunstancias alrededor, simplemente él escribe estas palabras: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
 
Pablo entendió que todas las circunstancia
de su vida eran hermosas pruebas diseñadas
para vivir en el Señor.
 
· Lo necesario. Al analizar el versículo 13 se pueden extraer por lo menos dos verdades. La primera es que es necesario estar fuerte para poder enfrentar la vida cristiana con la misma actitud de Cristo. Pablo dice, en otras palabras, que solo por estar fortalecido es que ha podido afrontar todas las circunstancias modelando a Jesús y dando ejemplo de que todo se puede enfrentar de manera agradable a Dios al tener la actitud de Cristo. Lo segundo que es claro es que la fuente de esa fortaleza necesaria es el mismo Cristo a quien pretendemos modelar y nada más. Es por medio de la confianza en su poder (1:19; 2:12-13) y seguir su ejemplo (2:5; 3:10) que el apóstol arremete ante toda circunstancia sin depender de nada más porque Cristo es lo único que necesitamos. Él es lo esencial. 
 
· El problema. Entonces, no es que sea simple verlo a primera vista, pero creo que el problema de no poder vivir una vida como la vive Pablo es por falta de fe solo en Cristo. A menos de que se haya experimentado la conversión en el Señor a muy temprana edad, por lo general, los cristianos empezamos a caminar de la mano de Dios con el clóset lleno. Ahora tenemos a Cristo y tal vez lo hemos puesto en un lugar bien bonito del clóset, pero puede que nos esté costando dejar las cosas viejas a pesar de saber que hay plenitud en el nuevo ropaje de la naturaleza en Cristo Jesús (Ef 4:17-32; 2 Co 5:17; Gal 6:11-15). No le damos a Cristo el lugar, que sabemos que merece en nuestro corazón, necesario para vivir la vida como Él nos llama.  Estamos dispuestos a ceder su lugar a cosas que en algún momento nos dieron uno que otro buen resultado y seguimos creyendo en ellas como necesarias para nuestra cotidianidad. 
 
Entonces, ¿cómo enfrentar este problema?  
 
· Aprendiendo el secreto. Con la ilustración del principio en mente, hemos llegado a la certeza de que los cristianos podemos vaciar nuestro clóset de tantas cosas en las que confiamos, para estar completos para enfrentar la vida y seguir los caminos de nuestro Señor, sintiendo verdadero gozo, paz y plenitud de vida solo con lo esencial. Y lo esencial es Cristo. Él es suficiente. Mas pareciera difícil llegar a eso. 
En el versículo 12, la Biblia (LBLA), nos dice que Pablo vive su vida construida sobre lo que él llama “el secreto”, la suficiencia en Cristo, que se alcanza gracias a un proceso de aprendizaje. El contexto del versículo en estudio, más otros textos, como el libro de los Hechos y las cartas paulinas (1 Co 4:11-12, 2 Co 6:4-5, 2 Co 11:25-27) dan testimonio de que, en este punto, verdaderamente Pablo ha enfrentado un sin fin de circunstancias agradables y difíciles, con mucho y muchos a su lado, con poco y en soledad. Y todas estas circunstancias tienen un común denominador: la fe en que Cristo está con él y en él. ¿Es esta la escuela de aprendizaje? ¿Caminar la vida en todo momento de la mano de Dios, esforzándonos con oración, ruego y en acción de gracias (4:6), buscando que el Señor aumente nuestra fe?  ¿Confiando en que Él es suficiente? ¿Descansando en aquel que es verdadero, que no falla, que no cambia, que derrama gracia y misericordia todos los días, que es santo y marca el camino de la santidad? 
 
Es necesario estar fuerte para poder
enfrentar la vida cristiana con la misma
actitud de Cristo
 
Carlos Spurgeon escribe sobre Pablo en su comentario de Filipenses: “¿No era un verdadero maestro de las artes? Había dominado el arte de tener hambre sin murmurar, el arte de estar lleno sin jactarse, el arte de sufrir necesidades sin impaciencia, el arte de abundar sin poner su afecto en las cosas mundanas.  ¿Confías en ti mismo Pablo? No, ‘puedo hacer todas las cosas’, dice él, ‘a través de Cristo que me fortalece’”. Pablo entendió que todas las circunstancias de su vida eran hermosas pruebas diseñadas para vivir en el Señor. No le faltaba nada. La sabiduría de lo alto le permitía verlo así (Stg 1:2-5). Un proceso de maduración y santificación planeado desde lo alto para aprender a vivir de forma que podamos apreciar destellos de aquello que experimentaremos de manera completa en la eternidad: gozo y plenitud completa y eterna en Dios.
 
· Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas 
¿Qué mayor dicha puede tener el cristiano que cumplir el propósito para el cual fue creado? Una vida que busque tener la actitud de Cristo, que encuentre en Él, y solo en Él la fuente que lo nutra para caminar en el centro de la voluntad de Dios, que lo proclame con su boca y lo refleje con sus actos, como fragante aroma, sacrificio aceptable y agradable a Dios (Fil 4:18). Levanta el nombre que es sobre todo nombre para que a nuestro Dios y Padre sea toda la gloria (Fil 4:20). Se goza en el Señor y el Señor se goza en él. 
 
¿Estoy aferrado a cosas y personas en mi clóset que me impiden vivir así? ¿Me pongo la ropa nueva en Cristo combinada con la seguridad y el confort que me da la vieja? ¿Tengo gozo y soy pleno con Cristo y…, con unas cosas más? ¿Es indispensable que mi relación con Cristo esté acompañada de ciertas circunstancias y personas para que me sienta bien? ¿Es Él suficiente? 
 
Mi oración es que vos y yo, con humildad, podamos caer arrepentidos ante nuestro Salvador y Señor al identificar nuestro pecado. Y levantando nuestra mirada al cielo, viendo quien es Él verdaderamente y lo insignificante que es todo lo demás, podamos caminar en obediencia una vida de fe solo en Él, para que de nuestra boca pueda salir esa preciosa verdad: puedo vivir como Cristo porque en Él hallo mi fortaleza. ¡Él es suficiente! 
 
 
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