DIOS EN LA RUTINA

(Tiempo estimado: 5 - 9 minutos)

Dios está presente, la pregunta es, ¿te has dado cuenta?

Acabo de llegar a mi casa a las 5 de la tarde y salí de ella a las 8 esta mañana. Me queda como última tarea del día escribir un artículo sobre lo que yo quiera y he escogido examinar mi día con el propósito de encontrar a Dios en esas recién horas transcurridas. Mi día nunca será como el de la demás persona promedio, pues mi trabajo es peculiar, soy pastor. Pero mi intención es darme cuenta de todos los momentos en que Dios se ha hecho visible en mi vida durante este día para ayudar a los lectores a pensar dónde y cuándo se revela Dios en sus propias vidas.

Así fue mi día: amanece, el despertador suena a las 7:15 de la mañana y me apresuro a apagarlo. Mi cerebro me dice que tome el celular para revisar los mensajes que me han llegado, pero Dios me ayuda a negar ese impulso. He aprendido, poco a poco, que no quiero llenar mi vida con algo que no sea pedir ayuda a Dios en los primeros momentos de la mañana. Él aparece y me guía para expresar una pequeña oración con mi pensamiento que más o menos dice así: “Señor, estoy cansado, pero tú estás conmigo. Te necesito.” Camino rápido al baño, todavía no sé por qué me siento con prisa.  Me ducho con prontitud, lo hago con agua fría como es mi costumbre, me pongo en la cara un producto que no sé para qué sirve, pero mi esposa me dijo que ayudaba con las “espinillas” y me aplico champú como siempre lo hago, de día por medio.

"La misión de los hijos de Dios es hacer
discípulos y no puede haber discípulos
sin recién convertidos.”

Ya estoy bañado, estoy cambiado. Ponerse un pantalón en medio de esta pandemia y salir de los “shorts”, me permite sentirme bien, lo mismo que ponerme una camisa más o menos decente. Cierro la puerta del cuarto, para que mi esposa tenga su rato con Dios estudiando la Biblia y le preparo el chupón a mi hija. Ahí, en ese momento, veo a Dios. Por muchos años, casarme con una mujer de fe nunca fue importante hasta que conocí a Cristo, entonces, se convirtió en mi ilusión. Por eso, vale la pena cocinar los huevos y servir la fruta cuidando a Ela con el fin de que Luciana descubra más de Dios, porque eso representa nuestro tiempo de oración y de lectura de la Biblia, es seguir “pelando” las capas de la inmensidad de nuestro creador y la gracia de Cristo.

El desayuno está servido, la leche, el cereal, los huevos y las frutas me esperan. La Biblia está abierta en el lugar de siempre en la Carta de 2 de Pedro, cerca hay un librito para tomar apuntes y con un buen bocado en la boca, repaso el versículo que me estoy aprendiendo de memoria, pero me doy cuenta que se me olvidó casi todo. Estoy aprendiendo versos de memoria, estoy tratando de que queden calcinados en mi alma. Esto es Dios, antes de Cristo, lo máximo que había procurado memorizar eran los goles de mi equipo de futbol o las provincias de Costa Rica. ¡Es increíble que Dios ponga en sus hijos un querer y un hacer! Que Él deposite nuevas afecciones que a pesar del pecado nos hacen anhelar lo bueno, lo puro y lo admirable.

“Mi cerebro me dice que tome el celular para
revisar los mensajes que me han llegado, pero
Dios me ayuda a negar ese impulso.

Son pasadas las 8 a.m. y estoy manejando por la “27” hacia Escazú. Me siento tentado a prender la radio, pero entiendo que necesito de Dios. No solo es conveniente para mi vida leer la Biblia mientras desayuno, sino que es necesario hablar con Él cuando manejo. Dios es tan especial que escucha por lo que estoy agradecido: por Jesucristo, por la gracia, por mi familia y por mi iglesia. 

El tránsito esta fluido porque estamos en pandemia, me toma un poco más de 10 minutos llegar a La Viña. Me estaciono y me quedo ahí terminando de orar por los que no conocen a Jesús. Ellos son el último grupo en mi oración, pero es interesante porque le pido a Dios que se vuelvan mi prioridad. No me considero un evangelista de primera, sin embargo, sí tengo claro que Cristo vino por los perdidos. La misión de los hijos de Dios es hacer discípulos y no puede haber discípulos sin recién convertidos.

Hoy es un día especial. Antes de empezar mi reunión de staff de la iglesia, atiendo una llamada de una hora, es un curso en línea en el que participan personas de más de 20 diferentes países, en él estoy aprendiendo cómo movilizar la iglesia. Hay muchas cosas por rescatar de él, de ellas la que más me ha impactado es el cambio de raíz que a partir del tercer siglo sufrió la iglesia que transformó la manera de concebir la misión. En los primeros siglos, todos los creyentes estaban seriamente llamados a compartir el Evangelio, sin embargo, algo sucedió después del año trescientos que el clero asumió mayoritariamente la responsabilidad de la gran comisión, cuando eso es claramente para todos los santos. El curso termina con una discusión en grupo y me salgo exactamente a las 10:03 a.m., para mi reunión de staff que también es por zoom.

La reunión de staff es un milagro en todo su esplendor, no porque haya mala conexión de internet y se pueda efectuar a pesar de eso, sino porque somos 12 individuos totalmente diferentes, nacidos en distintos lugares y criados de manera sumamente disímil. Lo que nos une es nuestro amor por Jesús, un regalo dado por el cielo a cada uno de nosotros de manera inmerecida, pero tan potente que nos ha hecho renunciar a nuestras profesiones para dedicarnos a la gloria de Dios. La reunión no es corta, este miércoles nos tomó poco más de hora y media porque le dedicamos un tiempo extenso a la situación de las personas más golpeadas por la crisis. Entendemos por la guía del Espiritu Santo que Dios ama a todos por igual y que quiere a su iglesia sirviendo como si fueran sus manos para socorrer a los necesitados. Dios fue visible en Jesús caminando sobre la tierra y ahora se puede ver su silueta mientras nosotros nos servimos los unos a los otros.

Me acabo de dar cuenta que son las 11:30 a.m. y todavía no he llegado al mediodía, tengo que apurarme. Debo filmar unos videos para circularlos en redes sociales. Son mensajes de reflexión acerca de la Biblia, ideas y aplicaciones para mantenernos fuertes en tiempos difíciles. 

“¿Por qué un hombre exitoso en los negocios
y hasta con una maestría quiere estudiar Biblia?
¿Por qué quiere seguir pelando las capas
de la gracia y de la grandeza?”

Esto es un reto, la cámara intimida, Jessica la muchacha que la manipula me ayuda a sonreír y, así, comparto mi corazón. Ahí es donde yo veo a Dios, pretender que el  mensaje de un hombre común y corriente va a modificar de alguna manera la vida de otras personas es pretencioso, no obstante, sabemos por el testimonio de la historia que así sucede. Dios toma su Palabra y vasijas de barro que son sus hijos para levantar la fe. La Palabra nunca vuelve vacía y es poderosa para cambiar vidas.

Ahora estoy en Subway, estoy almorzando con un hombre que irradia fe, él es parte del Comité Financiero de nuestra iglesia y me está contando lo maravilloso que se ha vuelto su curso de “Xplore” en línea. Me cuenta que aprende muchísimo de los jóvenes, que le apasionan las misiones y que quiere estudiar Biblia. ¿Por qué un hombre exitoso en los negocios y hasta con una maestría quiere estudiar Biblia? ¿Por qué quiere seguir pelando las capas de la gracia y de la grandeza? Este hombre me entrega más de 50 libros que tengo que repartir por la zona de Santa Ana a varios miembros de la comunidad que asistirían a una conferencia que fue cancelada por la pandemia. Logramos que nos enviaran los libros que nos iban a regalar en esa actividad y a cada uno le corresponden más de 17. ¡Ahora sí que no me van a caber los libros!

A las 3 p.m. de la tarde me reúno con una muchacha para aclarar malos entendidos. Como ustedes sabrán en una familia hay malos entendidos y si algo he aprendido en los últimos dos años es que Dios ama la unidad. La muchacha, antes de entrar, me dice que viene preparada para hablar porque ha pasado tiempo con Dios. Yo le sugiero que oremos de nuevo y la reunión transcurre bien. Aunque duramos más de una hora en ponernos de acuerdo en un plan de acción, lo logramos. Es necesario establecer ese detalle, en el Reino de Dios las cosas no son todas sobrenaturales hay que hacer planes, necesitamos trabajar, hablar y ponernos de acuerdo. La muchacha y yo compartimos una oración final y cada uno para su casa.

Estoy de vuelta en la “27”, está libre y puedo llegar a Concasa en menos de 15 minutos. Entro a la casa y mi hija está haciendo galletas con mi esposa. Les doy un beso a cada una y les pido permiso para retirarme y escribir estas líneas. Le doy gracias a Dios por mi familia. Hay versículos pegados en la refrigeradora que juntos estamos aprendiendo y Ela pintó un cuadro nuevo. Como pueden ver soy un hombre dichoso. 

Después de este breve repaso de mi quehacer en un día, me percato de lo presente que está Dios en todo lo que hago y espero que este artículo te rete también a repasar tu día para dar gracias por la intervención continua de Dios y que juntos enfrentemos el siguiente día con la expectativa de ver su mano.

 

 
 
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