¿DÓNDE ESTÁ DIOS EN MI DESEMPLEO?

(Tiempo estimado: 3 - 6 minutos)

Cuando nos encontramos en situaciones difíciles, es común que una de nuestras primeras reacciones sea preguntarnos ¿a dónde está Dios en medio de esto? Si somos sinceros, lo más probable es que todos nos hayamos hecho esta pregunta en repetidas ocasiones. Quizás, lo único distinto sean los acontecimientos que nos han sucedido o los eventos que han ocurrido, pero sin importar la variedad de escenarios posibles, nuestra mente y corazón estarán buscando a Dios en medio de la dificultad. En medio de la enfermedad, del desempleo, de la pobreza, de la muerte y en un sin fin de posibilidades, se nos aparece la tentación de reaccionar como la esposa de Job ante la prueba: “¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!” (Job 2:9).

En estos tiempos de crisis debido a la pandemia, todas las situaciones que se mencionaron anteriormente han sido el pan diario de nuestros noticieros y de nuestros pensamientos: enfermedad, pobreza, muerte y desempleo. En este escrito, estaremos enfocándonos en el último de ellos, el desempleo.

“La carencia de trabajo es un momento
perfecto para que nuestra fe sea perfeccionada"

¿Dónde está Dios en mi desempleo? Hay varias maneras de responder esa pregunta. Lo primero que debemos decir es que Dios se encuentra en el puro centro de nuestro desempleo. ¿Qué quiere decir esto? Lo que quiere decir es que el Dios que la Biblia nos presenta es un Ser con atributos y características. Una de ellas es su omnipresencia, la cual en palabras sencillas significa que Dios está presente en todo lugar y en todo momento. Y, sí, eso incluye aun los momentos cuando las circunstancias nos parecen adversas. De hecho, el rey David se preguntó “¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia?” (Salmo 139:7). Esto indica que hasta en medio de nuestro desempleo, como la Biblia nos enseña, la presencia de Dios no se ha alejado de nosotros.

Esta última afirmación nos lleva a la segunda manera en la que debemos responder a la pregunta en cuestión. Dios no solo está cerca de nosotros hasta en medio del desempleo, sino que está trabajando en nosotros. Suena un poco ilógico, ¿cierto? Si definimos el desempleo como la carencia de trabajo, quiere decir, que en nuestra carencia de trabajo, Dios está trabajando en nosotros. Entonces, ¿por qué Dios no trabaja en nosotros cuando sí tenemos trabajo? ¡Claro que lo hace! Dios trabaja en sus hijos en medio de todas las circunstancias, ya sean favorables o no. El punto es que habrá hechos que difícilmente Dios podrá trabajar de igual manera en nosotros si no es a través de situaciones específicas como el desempleo.

Quizás, la mejor manera de explicar esto sea a través de un ejemplo. Gracias a Dios, la Biblia está llena de ilustraciones que nos permiten entender con mayor facilidad sus enseñanzas. Jesús les dice a sus discípulos: “¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen como crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe?” (Mateo 6:28-30, énfasis añadido). Jesús utiliza los lirios del campo para darnos un ejemplo, de que la carencia de trabajo es un momento perfecto para que nuestra fe sea perfeccionada y nuestra confianza en Dios Padre fortalecida.

“Como miembros de la familia de Dios
podemos levantar la mano y pedir ayuda.”

Una tercera manera de responder la pregunta que nos hemos planteado es afirmando que no es lo mismo la carencia que la ausencia de empleo. Desde una perspectiva bíblica, debemos definir el desempleo como la carencia de empleo, pero jamás como la ausencia de empleo. En el evangelio según Juan, encontramos una historia donde Jesús sana a un inválido en día sábado, razón por la cual los judíos lo perseguían. Ante esto, la respuesta de Jesús fue: “Mi Padre aún hoy está trabajando, y yo también trabajo” (Juan 5:17). 

Este versículo nos enseña que para Jesús hacer la voluntad de su Padre y llevar a cabo la obra que le había sido encomendada era su trabajo. Así que, un cristiano podrá carecer de un trabajo remunerado, pero jamás experimentará la ausencia del trabajo celestial que le ha sido confiado, es decir, ser embajador del reino de los cielos aquí en la tierra. “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9). Cuando carecemos de empleo, es una excelente oportunidad para preguntarnos, ¿de qué manera podemos utilizar el tiempo adicional que tenemos para ponerlo al servicio del reino de Dios y su misión? Al final de cuentas, nuestro llamado es buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, descansando que Dios se encargará de nuestras necesidades. 

La cuarta y última manera de responder la pregunta que hemos estado considerando es expresando que aun en medio de nuestro desempleo, Dios está presente a través de nuestra comunidad. Quizás sea difícil sentir a Dios cerca y a esto hay que sumarle que no lo podemos ver ni tocar. Pero Dios en su gracia, nos ha hecho parte de su familia, su iglesia, a la cual Él llama su cuerpo. Dios ha diseñado la comunidad de fe para que como creyentes no tengamos que vivir aislados y de forma independiente, viendo cómo hacemos para salir adelante. Más bien, es como miembros de la familia de Dios, que podemos levantar la mano y pedir ayuda.

“En nuestra carencia de trabajo, Dios está
trabajando en nosotros,”

Posiblemente, sentir a Dios cerca de nosotros solo está a un paso: reconocer que estamos necesitados y que nos vendría muy bien ser los recipientes de la generosidad y del amor de nuestra familia espiritual. Esto era la normalidad de la iglesia del primer siglo: “no había ningún necesitado en la comunidad. Quienes poseían casas o terrenos los vendían, llevaban el dinero de las ventas y lo entregaban a los apóstoles para que se distribuyera a cada uno según su necesidad” (Hechos 4:34-35).

Al principio, escribí como en momentos de crisis y dificultad somos susceptibles a responder como la esposa de Job, sin embargo, espero que las cuatro respuestas que he compartido nos sirvan para, más bien, manifestar como Job: “Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos recibir también lo malo?” (Job 2:10). Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman. Sí, todas las cosas. Aun nuestro desempleo.

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