ENTRE LA GRACIA Y LA LEY

(Tiempo estimado: 2 - 4 minutos)

Algunas personas se aferran a la ley, se aferran a su cumplimiento como un medio de salvación, sin embargo,  el único medio de salvación es la gracia de Jesús. “De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia, pues la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.” Juan 1:16-17

La ley no salva a nadie, más bien, es la guía encargada de mostrarnos la necesidad que tenemos de gracia. Así que la ley vino a ser nuestro guía encargado de conducirnos a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe. Gálatas 3:24

Jesucristo en el Sermón del Monte (Mat 5:20) nos dice que nuestra justicia, nuestro cumplimiento de la ley, debe ser mayor que el de los escribas y fariseos. Al escuchar semejante afirmación, cualquier persona en su sano juicio se da cuenta de que es algo imposible,  que no se puede alcanzar. 

Los fariseos y escribas eran hombres dedicados a cumplir la ley, su justicia hace ver la nuestra como “trapo sucio” (Isaías, Isaías 64:6). En consecuencia, entendemos nuestra necesidad de un salvador. Nos damos cuenta de que estamos muertos en nuestras transgresiones y pecados conforme a los poderes de este mundo.  Tal vez,  nos parece claro lo que se ha expuesto, pero, entonces, ¿por qué nos cuesta tanto pedir ayuda?, ¿por qué nos cuesta tanto entender que necesitamos ayuda?, ¿por qué nos cuesta tanto entender que necesitamos que alguien nos salve? 

“¿Quién podrá condenarnos?
Nadie.

 Es el mundo el que nos mal aconseja para ser autosuficientes, para no levantar la mano, para no ser pobres de espíritu. Sin embargo, también nuestro propio pecado, nuestro orgullo nos nubla la mente y genera en nosotros ceguera que nos impide ver nuestra propia necesidad. 

Si Dios conoce nuestra ceguera, nuestro pecado y lo fuerte que es su influencia en el mundo, ¿por qué nos dio una ley imposible de cumplir? 

Es evidente que el propósito de esta ley es mostrarnos la brecha que existe entre nosotros y Dios, lo cortos que nos quedamos en justicia y cómo el pecado nos domina. 

Esto me recuerda cuando era pequeño y me gustaba armar legos. Cuando los legos eran fáciles, yo creía que no necesitaba ayuda, pero cuando los legos tenían un grado alto de complejidad, era imposible armarlos sin ayuda y sin las instrucciones. Esto es lo que hace la ley en nuestras vidas, nos encierra y nos muestra que no tenemos suficientes herramientas, que estamos al final de nuestra cuerda y que necesitamos de alguien externo, que lo pueda hacer por nosotros.

“¿Por qué nos cuesta tanto entender
que necesitamos ayuda?”

Lucas 15 nos cuenta que el hijo pródigo recapacitó, volvió a la casa del padre porque se dio cuenta que no tenía nada más que hacer y fue recibido con un abrazo. Su padre le dijo que él no era ningún jornalero, que era su hijo y que se debía festejar su regreso. Esta es la gracia de Dios. El amor incondicional de Dios, que a pesar de que no damos la talla nos envuelve, nos restaura y nos da una nueva oportunidad a su lado. 

Entonces, sabiendo qué es la ley y qué es la gracia, ¿por qué podríamos decir que no son contrarias?

1. La gracia de Dios nos capacita para cumplir la Ley.
2. La gracia nos revela que la ley no es nuestra enemiga, más bien, es nuestra protección y guía.
3. Al entender que la ley me transforma a la imagen de Dios, mi anhelo es crecer en santidad.
4. La ley no es contraria a la gracia, según Martin Lloyd Jones. Así como Dios demanda, la ley nos da el suministro de gracia para cumplirla. Romanos 8:3-4

En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso, Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu.

Así es como Cristo Jesús se vuelve nuestro mediador, el cumplió las justas demandas de la ley, otorgándonoslas a nosotros y tomando nuestro pecado. 

Entonces, ¿quién podrá condenarnos? Nadie.

Si nos aferráramos a la ley, seríamos condenados, pero como nos aferramos a la gracia, hay salvación. Tanto la ley como la gracia son nuestras amigas y la luz en nuestro camino. 

 

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