VOLUNTARIOS CON PROPÓSITO Y VISIÓN

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Un hombre una vez le preguntó al renombrado pastor Bill Hybels que cómo tenía la valentía de pedirles a las personas, que ya estaban suficientemente ocupadas con sus trabajos y sus casas, que fueran voluntarios en la iglesia. 

Ese es un buen punto si no se conoce el propósito con que nos creó Dios. Fuimos creados con habilidades para el trabajo y para la socialización, pero definitivamente aquello que nos llena el tanque de energía o de propósito es el servicio a Dios que se manifiesta  por medio del servicio a los otros. Pablo nos habla de eso en Efesios 2:10 cuando menciona: “fuimos creados en Cristo Jesús para buenas obras, obras dispuestas de antemano para que caminemos en ellas.” 

Hay satisfacción para nuestras almas que no se encuentra en ningún otro lugar del mundo más que al sacrificar nuestro tiempo y ofrecer nuestros dones a otros para la edificación del Reino de Dios. Hay personas que han decidido gastar sus vidas en la acumulación de riquezas o convirtiéndose en los mejores profesionales, pero ninguna de estas personas han encontrado verdadera satisfacción porque eso es como perseguir el viento. “Vanidad, vanidad, todo es vanidad”; cuando Salomón escribió estas palabras lo que quiso expresar es que dedicarse a las cosas de este mundo es un fin vacío, no tiene peso ni sostén, pero dedicarse a aquellas cosas que Dios ha llenado con propósito, darán a la persona fortaleza tras fortaleza. 

Si se necesitan voluntarios en la iglesia, no solo lleva a preguntarse cómo conseguir más, sino también cómo mantenerlos sirviendo de buena gana al Señor. La respuesta es visión, pues sin visión el pueblo perece y lo mismo sucede cuando se sirve. Un buen líder de voluntarios está comprometido con recordarles el porqué están ahí y la gran diferencia que hacen con su servicio. Hay un pasaje en Hechos 13:36 que  se refiere al legado que dejó el rey David y dice así: “Ciertamente David, después de servir a su propia generación conforme al propósito de Dios, murió, fue sepultado  con sus antepasados y su cuerpo no sufrió corrupción.” Me es difícil pensar en palabras más poderosas que alguien pueda decir de uno que ha servido a su generación. ¿Estás sirviendo a tu generación?

El primer libro de Pedro nos habla de que fuimos llamados a ser una bendición y esto es precisamente lo que hace un voluntario. Al respecto, Steve Sjogren dijo lo siguiente: “Nosotros amamos, servimos y cuidamos a otros porque ese es el comportamiento normal de la gente que tiene el Espíritu Santo. Somos cristianos y Cristo fue el sirviente máximo. No podemos hacer otra cosa que servir, pero servimos porque el Espíritu ha llenado nuestros corazones. Cuando servimos solo estamos siendo quien naturalmente somos.” 

Nuestros voluntarios deben saber que ellos son como piedras vivas con las cuales se está edificando una casa espiritual. “De este modo llegan a ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo.” Dar la bienvenida en la iglesia, acomodar las sillas, predicar o enseñar una clase el domingo son todos sacrificios espirituales para Dios. El voluntariado se vuelve una carga cuando olvidamos el porqué y, sobre todo, el para quién son nuestras labores. Sin nuestro aporte como voluntarios, el templo no se puede construir y la gente no puede adorar. 

Una vez al ser consultado acerca de sus servicios a la comunidad internacional Ralph Waldo Emerson expresó que “las compensaciones más hermosas que la vida le da a un hombre es que cuando sirve a otros hombres sale ayudado él mismo.” Jesús  claramente declaró que hay más gozo en servir que en ser servido. Todo voluntario y coordinador de voluntarios necesita tener entre ceja y ceja la tremenda realidad de que el voluntariado, el servicio sin remuneración desvía el enfoque de su corazón y lo pone en otros. Nadie que ha invertido todos sus recursos en sus necesidades ha logrado ser pleno, porque la plenitud, dice la Escritura, la encontramos cuando perdemos nuestra vida, ya que perdiendo nuestra vida la ganamos. 

La invitación de este artículo no es solamente para los voluntarios a seguir sirviendo o para los que están en las bancas para que se metan a jugar. La gran invitación es para los encargados de los voluntarios, para los coordinadores y los que extienden la oportunidad de servir que les da Dios. 

No deberíamos tener ninguna pena o preocupación de pedirle a alguien que done de su tiempo para la causa de Cristo. Cuando nuestro Señor nos llamó lo hizo con el fin de hacernos sacerdotes, embajadores del Reino de los Cielos. Los voluntarios podrán flaquear, cambiar, se irán y volverán, pero el propósito permanece igual: hay un templo que debe ser construido y se levanta con hombres o mujeres que sirven como piedras sólidas de fundamento. No hay nada más noble y honroso a lo que podamos aspirar, ser voluntarios, esclavos de alguien que es Rey y estuvo dispuesto a rebajarse para darnos la mayor dignidad que es convertirnos en hijos de Dios, servidores del Creador.

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